viernes, 27 de enero de 2012
PENSAMIENTO DE DESCARTES
RENÉ DESCARTES (1596 – 1650)
ESTRUCTURACIÓN DE LOS CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE SU PENSAMIENTO EN TRES GRANDES PROBLEMAS FILOSÓFICOS
PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO Y LA METAFÍSICA
- El método de la razón.
(Ver ap. 2.2 Edelvives, p. 120).
- La aplicación del método para llegar a un conocimiento sólido:
a) La duda universal y metódica.
(Ver ap. 2.1 Edelvives, pp. 118 – 119).
b) La primera verdad indubitable: Pienso, luego existo.
(Ver subapartado “Cogito, ergo sum” Edelvives, p. 121).
c) Demostración, a partir de la primera verdad y de la idea innata de Dios en el yo, de la existencia de Dios, y deducción del criterio de verdad (garantizado por la existencia de un Dios omnipotente y bueno): la evidencia, o la claridad y distinción con que las ideas se presenten al espíritu.
(Ver ap. 3.1 Edelvives, p. 122).
d) Recuperación del conocimiento fiable: las Matemáticas (modelo del saber), la Ontología y una Física racional, a priori o puramente deductiva, sobre las cualidades primarias de los cuerpos, únicas que se presentan al espíritu con claridad y distinción y únicas por tanto que son objetivas (es decir, la extensión, la figura, el movimiento, la sustancia, la duración y el número: MM III, líneas 243 – 251).
d.1) La Ontología: la sustancia y sus tipos.
(Ver subapartado 3.2 Edelvives, p. 122).
d.2) La Física: la concepción mecanicista de la Naturaleza; las cualidades primarias y secundarias en la sustancia extensa.
(Ver subapartado 4.1 Edelvives, p. 123, y los modos y los dos tipos de cualidades en p. 123).
PROBLEMA DE DIOS
(La numeración de las líneas de Meditaciones metafísicas III sigue la de Ediciones del Laberinto).
- Noción de Dios: Meditaciones metafísicas III, líneas 297 – 300.
- Necesidad de demostrar la existencia de Dios y que Dios no es engañador para la resolución del problema del conocimiento: Meditaciones metafísicas III, líneas 36 – 62.
- Demostraciones de la existencia de Dios:
a) El argumento ontológico de San Anselmo de Canterbury.
b) Demostración que parte de la presencia de la idea de Dios en la sustancia pensante:
b.1) Preámbulo:
- No se puede dudar de que el yo piensa ideas, aunque se puede dudar de la realidad de esas ideas (MM III, líneas 23 – 35 y 77 - 80).
- Las ideas puede ser: innatas, adventicias y facticias (MM III, líneas 90 – 92).
- Refutación del realismo ingenuo (MM III, líneas 102 – 141 y 153 – 158).
- Las ideas tienen una realidad objetiva que varía de unas a otras; en cuanto a su realidad formal, todas son iguales (MM III, líneas 161 – 165).
- Ha de existir al menos tanta realidad en la causa como en el efecto (MM III, líneas 174 – 178).
- Aplicación del principio anterior a las ideas (MM III, líneas 199 – 202).
- Si existiera en el yo una idea cuya realidad objetiva no está formalmente en el yo, quedaría demostrada la existencia de otra cosa que es causa de esa idea (MM III, líneas 226 – 231).
b.2) Demostración:
- Solo la idea de Dios cumple la condición enunciada en el apartado anterior:
1. Contenido o realidad objetiva de la idea de Dios: MM III, líneas 297 – 300.
2. La idea de una sustancia infinita no puede haberla creado un ser finito (MM III, líneas 304 – 307, 341 – 364), ni lo infinito es la mera negación de lo finito (MM III, líneas 308 – 317) o una idea materialmente falsa (MM III, líneas 318 – 323).
3. Luego la idea de Dios es innata (MM III, líneas 464 – 472).
c) Demostración de la existencia de Dios que parte de la existencia indubitable de la propia sustancia pensante: Solo Dios puede haber creado a la sustancia pensante: esta no puede haberse creado a sí misma (MM III, líneas 378 – 394), ni puede ser eterna por sí misma (MM III, líneas 395 – 417), ni puede proceder de una causa menos perfecta que Dios (MM III, líneas 421 – 438), ni de un conjunto de causas (MM III, líneas 439 – 452), ni de los padres (MM III, líneas 453 – 459); luego tiene que haberla creado Dios (MM III, líneas 459 – 463).
- Dios no puede ser engañador: MM III, líneas 486 – 495.
PROBLEMA DEL SER HUMANO
- La sustancia finita pensante.
(Ver subapartado “Qué soy” Edelvives, p. 121).
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