sábado, 30 de abril de 2011

CONTEXTO DE WITTGENSTEIN








LUDWIG WITTGENSTEIN (1889 – 1951)

CONTEXTO HISTÓRICO Y SOCIOCULTURAL

- Wittgenstein nace en Viena en 1889. En 1867, con la derrota frente a la Prusia de Bismarck, el Imperio Austrohúngaro había abandonado sus pretensiones de liderar la unidad alemana, y se había convertido en una monarquía dual cuya cabeza era Francisco José (que reinaría hasta 1916), emperador de Austria y rey de Hungría.

- Aspectos biográficos: La familia Wittgenstein pertenecía a la alta burguesía industrial vienesa y era de origen judío, aunque se había convertido al catolicismo, dominante en Austria. La formación de Ludwig Wittgenstein es sobre todo científico – técnica: estudió a los 14 años en una escuela técnica en Linz (donde tuvo a Adolf Hitler como compañero de aula), y luego se matriculó en ingeniería en Berlín, dedicándose posteriormente a la aeronáutica, que estudió en Manchester. Pero en 1908 – 1909 tiene noticia de las investigaciones de Whitehead y Russell (influidos por Frege) sobre la fundamentación lógica de las matemáticas (que culminarían en la obra común Principia Mathematica), y se inclina hacia la filosofía. En 1911 conoce a Frege en Jena, y en 1912 se va a Cambridge a estudiar con Russell. Cuando estalla la Gran Guerra, se alista como voluntario en el ejército austriaco, buscando la experiencia de la proximidad de la muerte, que creía que perfeccionaba al ser humano. Durante los años en guerra llevaba en su mochila (además del Evangelio abreviado, de Tolstoi, que le causó honda impresión) un cuaderno en el que iba escribiendo las anotaciones que luego darían lugar a su única obra filosófica publicada en vida (1922), el Tractatus logico – philosophicus. Poco después de concluida la guerra, considera que con el Tractatus ha dicho todo cuanto podía decir en filosofía, y, tras renunciar a la herencia familiar (pues no quería disfrutar de privilegios heredados), se convierte durante varios años en maestro rural de niños. En 1926 vuelve a Viena y trabaja como jardinero, y brevemente como arquitecto para su hermana; tiene contactos con algunos miembros del Círculo de Viena. Se da cuenta de que tiene que replantear sus tesis del Tractatus y vuelve a Cambridge, obtiene el doctorado y se vuelca en la investigación y en la docencia de la filosofía. En 1937, tras la anexión alemana de Austria y la persecución de su familia por los nazis, renunció a la nacionalidad austriaca y adquirió la británica. Interrumpió su trabajo en la universidad durante la II Guerra Mundial para ayudar como voluntario en un hospital de Londres. Tras la guerra vuelve a Cambridge, pero en 1947, hastiado de la rutina académica, se marcha a vivir solo en una cabaña en Irlanda (ya había vivido solo en una cabaña en Noruega entre sus estudios en Cambridge y la I Guerra Mundial, cabaña a la que había vuelto en 1936 – 1937). En 1949 se le diagnostica un cáncer de próstata y muere en 1951. Su personalidad había sido desde la juventud extremadamente sensible y atormentada, con tendencia al suicidio (tres de sus hermanos se suicidaron) y una gran autoexigencia ética (que a menudo trasladaba también a los demás); insatisfecho con el mundo que conocía, visitó Moscú en 1935 movido por la idea de establecerse allí con su amante Francis Skinner, pero lo disuadió la dictadura stalinista.

- La Viena en la que se crió Wittgenstein era una capital cultural en la que nuevas corrientes intelectuales y artísticas luchaban contra la vieja mentalidad conservadora del Imperio, denunciando la hipocresía de las costumbres y reivindicando autenticidad; este espíritu impregnó sin duda a Wittgenstein para toda su vida. En el palacio familiar el joven Wittgenstein pudo ver en persona a representantes destacados de la nueva cultura, invitados por su padre, un generoso mecenas. Es obligado mencionar al menos los siguientes nombres:

a) Karl Kraus, crítico de la corrupción política imperante, del que aprendió Wittgenstein el anhelo de mejorarse a uno mismo para contribuir a mejorar el mundo.
b) Sigmund Freud, creador del Psicoanálisis, mediante el que sacó a la luz la represión de la alta sociedad vienesa.
c) Adolf Loos, arquitecto, que introdujo la austeridad y la funcionalidad, frente a la pretenciosa ornamentación y ostentación de la arquitectura imperial. Wittgenstein diseñó la casa para su hermana a la manera de Loos.
d) Gustav Klimt, pintor, rompió con la Academia de Viena (“a cada tiempo su arte, a cada arte su libertad”) y abrió paso a un nuevo estilo, escandaloso a principios del siglo XX; luego vendrían los “ismos” vanguardistas: impresionismo, cubismo, etc.
e) Brahms, Mahler, Schönberg, abrieron así mismo nuevas rutas para la música.

- Además de dramáticos acontecimientos históricos, Wittgenstein presenció en la Europa liberal profundas desigualdades sociales, agravadas por los conflictos bélicos y por la Gran Depresión económica de 1929. Su trayectoria personal revela el impacto que estos hechos sociales tuvieron en él.

- En suma, Wittgenstein se vio cada vez más afectado por lo que él mismo denominó la “tenebrosidad de esta época”. Quizá así se explique su deriva desde el “primer Wittgenstein” al “segundo Wittgenstein”: finalmente se convence de que la adoración del ídolo de la ciencia natural, positivista, que puede hablar en un lenguaje simbólico claro y verificable, sin ambigüedades, deja sin embargo analfabeto al hombre (como de hecho ha ocurrido en “esta época tenebrosa”, coronada por la bomba atómica) para las cuestiones que son más difíciles, o incluso imposibles, de expresar con claridad mediante el lenguaje (simbólico o natural), pero de las que depende el auténtico avance o progreso de la humanidad, que la ciencia por sí sola no puede dar: tales cuestiones pertenecen al ámbito de “lo místico”, “lo sublime”: el arte, la ética, la religión, la metafísica, todo lo que puede dar sentido a la vida y humanizarnos. Si el primer Wittgenstein concluía que “De lo que no se puede hablar, mejor es callarse”, el segundo Wittgenstein vivencia que aquello de lo que no se puede hablar (dentro de las exigencias de lenguaje cristalino ideal del primer Wittgenstein) es de lo que más nos urge hablar (además de mostrar con nuestros actos) para poder avanzar, aunque tengamos que hablar de formas mucho más problemáticas y “confusas”, con mucha más “fricción” (lee el apartado 107 de las Investigaciones filosóficas, en los apuntes).


CONTEXTO FILOSÓFICO

- El primer Wittgenstein es hijo intelectual del atomismo lógico de Russell. Russell se había formado filosóficamente en una Inglaterra en la que la autoridad filosófica era Francis Herbert Bradley, un idealista hegeliano. Contra ese idealismo reaccionan George E. Moore, maestro de Russell, y el propio Russell. Moore, simpatizante del empirismo de Hume, practicó el análisis del lenguaje para demostrar que las proposiciones del idealismo con frecuencia no tenían sentido, porque era imposible elucidar con precisión el significado o la referencia de sus términos y por tanto no podían contrastarse empíricamente. Por otra parte, Russell quiso proseguir los esfuerzos de Frege para fundamentar toda la matemática en unos axiomas lógicos evidentes por sí mismos y elaborar un lenguaje rigurosamente formal con el que se pudieran expresar sin ambigüedad los argumentos deductivos, de manera que fuera posible analizar su validez objetivamente (recuerda las nociones de lógica formal proposicional que estudiaste en 1º). Según el atomismo lógico de Russell, los hechos atómicos (separados, lógicamente independientes) de que se compone el mundo pueden ser expresados en proposiciones atómicas construidas en un lenguaje simbólico ideal, como el de la lógica formal, que depure las ambigüedades del lenguaje natural y permita una verificación clara.

- En el periodo de entreguerras surgió en distintas capitales europeas una nueva escuela filosófica que pretendía unir filosofía y ciencia; esta escuela recibiría las denominaciones de positivismo lógico, empirismo lógico o neopositivismo. El grupo más importante de neopositivistas fue el Círculo de Viena, al que pertenecieron Moritz Schlick, Carnap, Neurath, Hahn.

Todos los positivistas lógicos comparten: a) las premisas empiristas de Hume, b) el positivismo de Comte (que solo admite el conocimiento científico experimental) y c) el análisis lógico de las proposiciones científicas (de ahí que se adscribieran al atomismo lógico y tomaran como obra de referencia el Tractatus de Wittgenstein).

Se dice que el Neopositivismo fue una reacción frente al horror de la Gran Guerra, que los autores neopositivistas atribuían a la irracionalidad de ideologías fanáticas; por eso pretendieron proponer criterios lógicos y científicos rigurosos para que en lo sucesivo los hombres pudieran comportarse siempre racionalmente.

El trabajo de la filosofía consistirá, para los neopositivistas, en analizar lógicamente las proposiciones científicas para asegurarse de que los conceptos teóricos en ellas incluidos pueden verificarse empíricamente a través de procedimientos públicos e incontrovertibles, de los que quepa concluir su verdad, al menos con un grado suficiente de probabilidad; solo entonces tendrán sentido tales proposiciones. Ha sido el espíritu neopositivista el que ha engendrado, por ejemplo, el reduccionismo fisicalista ante el problema de la relación mente – cerebro (recuerda lo que estudiamos al respecto en 1º): como los procesos mentales (solo accesibles al propio sujeto, privados, y solo descriptibles en un lenguaje natural de dudosa interpretación) no son susceptibles de ser tratados con una metodología científica rigurosa, son excluidos del campo de lo real que estudia la ciencia y han de ser reducidos a procesos neurofisiológicos del cerebro, estos sí públicamente contrastables y descriptibles en un lenguaje riguroso y preciso.

Las proposiciones metafísicas son para los positivistas lógicos proposiciones sin sentido; los juicios éticos y estéticos no son ni verdaderos ni falsos, sino que meramente expresan preferencias emotivas (recuerda la crítica de Hume al racionalismo moral y el emotivismo humeano).

Todas estas tesis neopositivistas casan muy bien con el primer Wittgenstein, el que decía que la función del lenguaje era representar el mundo (real o posible) gracias al isomorfismo de su estructura lógica con la estructura lógica del mundo, compuesto de hechos (y no de cosas), y que la función del filósofo es el análisis lógico de las proposiciones de la ciencia, para depurar aquéllas sin sentido, es decir, las que no representan la realidad mediante un lenguaje ideal sintácticamente correcto y verificable (las proposiciones metafísicas), o pretenden inútilmente expresar lo inexpresable, lo “místico”, lo que no está en el mundo, aunque ciertamente puede ser vivido, y mostrado prácticamente (pero no dicho: intentar decirlo solo puede conducir a pseudoproblemas filosóficos, insolubles).

Sin embargo, cuando Wittgenstein volvió a Viena en 1926, después de su periodo de maestro rural de niños, y asistió a algunas de las reuniones del Círculo de Viena, parece que se dedicaba a leer poemas de Tagore. Acaso para entonces Wittgenstein ya entreveía que la concepción del lenguaje del Tractatus era muy estrecha y que tendría que reformarla: la principal función del lenguaje no es representar el mundo, sino que desempeña otras muchas funciones o juegos por medio de los cuales se manifiesta el flujo de la vida y que son vitalmente importantes y no pueden ser descuidados, a riesgo de volvernos insensibles para lo esencial en nuestras vidas o incapaces de captarlo vivencialmente de un modo adecuado, por no saber expresárnoslo bien. Una atención filosófica al lenguaje que sea flexible y tenga en cuenta que el significado de las palabras solo se conoce si se mira su contexto concreto de uso y se comprende el juego que en dicho contexto está en marcha, puede prestar una ayuda terapéutica: puede mostrar que el lenguaje está desplazado de su uso habitual (“se ha ido de vacaciones”) y ha dado lugar a un malentendido, y este a una perplejidad o a un desconcierto (o a un “embrujo” – ver actividad en los apuntes), que así quedan resueltos.

(La fuente principal de datos para la elaboración de este contexto ha sido Lorenzo Vallmajó, Historia de la Filosofía. 2º de Bachillerato, Ediciones Edebé).

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