jueves, 21 de abril de 2011

TEXTO DE MARX





Karl Marx, La ideología alemana, Introducción, apartado A, (1) historia


La división del trabajo sólo se convierte en verdadera división a partir del momento en que se separan el trabajo físico y el intelectual. Desde este instante, puede ya la conciencia imaginarse realmente que es algo más y algo distinto que la conciencia de la práctica existente, que representa realmente algo sin representar algo real; desde este instante, se halla la conciencia en condiciones de emanciparse del mundo y entregarse a la creación de la teoría “pura”, de la teología “pura”, la filosofía y la moral “puras”, etc. Pero, aun cuando esta teoría, esta teología, esta filosofía, esta moral, etc, se hallen en contradicción con las relaciones existentes, esto sólo podrá explicarse porque las relaciones sociales existentes se hallan, a su vez, en contradicción con la fuerza productiva existente.


- Identifica las ideas fundamentales del texto y expón la relación existente entre ellas.

En este fragmento está esbozado el núcleo conceptual del materialismo histórico de Marx. Es sabido que Marx invierte la dialéctica idealista de Hegel, y, en lugar de explicar los cambios sociales e históricos a partir de la evolución de la conciencia (con sus propias leyes necesarias), explica los cambios en la conciencia a partir del progreso dialéctico de las fuerzas productivas, es decir, de la base material de las sociedades. Cuando se produce la escisión entre trabajo físico y trabajo intelectual (quedando asignado cada uno a clases sociales diferentes), se crea la ilusión de que la conciencia y sus productos (la teología, la filosofía, la moral, etc) son autónomos; pero lo cierto es que la conciencia refleja siempre, o está siempre en última instancia condicionada por, la práctica real existente en la sociedad (es decir, las relaciones sociales de producción, a su vez dependientes del estadio de desarrollo de las fuerzas productivas disponibles). En los casos en que los productos de la conciencia (la supraestructura ideológica) contradigan las relaciones sociales vigentes (como ocurrió en la transición del feudalismo al capitalismo), la explicación hay que buscarla no en una presunta autonomía de aquéllos, sino en un conflicto previo entre las nuevas fuerzas productivas y las viejas relaciones de producción, que fuerza una transformación de estas últimas, para la que hay que construir una legitimación teórica (consistente en nuevas formas de conciencia). Así, por ejemplo, como los vínculos feudales de servidumbre entorpecen la expansión de las fuerzas productivas en manos de la nueva clase burguesa (que no goza de los privilegios de la aristocracia hereditaria, propietaria de los siervos), expansión que precisa de mano de obra, se impone abolir esos vínculos, y aparecen, para justificar tal abolición, ideas como la de la “libertad e igualdad formales de todos los hombres”, que deja a los individuos “libres” para que, constreñidos por la necesidad, puedan vender, cada uno por su cuenta, su fuerza de trabajo (como una mercancía más) a quien pueda comprarla, etc.

(Marx escribió: “El reconocimiento de los derechos del hombre por el Estado moderno tiene la misma significación que el reconocimiento de la esclavitud por el Estado de la antigüedad. La base del Estado de la antigüedad era la esclavitud; la base del Estado moderno es la sociedad civil y el individuo de la sociedad civil, es decir, el individuo independiente sin más vínculo con los demás individuos que el interés privado y la necesidad inconsciente, natural, el esclavo del trabajo asalariado, de las necesidades egoístas de sí mismo y los demás”).

Ampliación del comentario:

Las formas sociales de conciencia solo suelen entrar en contradicción con las relaciones sociales establecidas en los momentos de transición entre los distintos estadios del progreso de las fuerzas productivas; pero dentro de un mismo estadio la función de aquellas formas es sostener las relaciones sociales promovidas por la clase propietaria de los medios de producción y favorables a sus intereses materiales, proporcionando una justificación del dominio de la clase dominante o un consuelo o adoctrinamiento a las clases dominadas; en cualquier caso las formas sociales de conciencia reflejan las relaciones sociales (por ejemplo, la alienación religiosa, además de ser una especie de “opio para el pueblo”, refleja la alienación, insatisfacción o frustración de los individuos explotados, que han de proyectar en la fantasía las posibilidades y anhelos de la humanidad que bajo el capitalismo, o bajo cualquier otro orden social alienante, no pueden desarrollar). Podrían aportarse numerosos ejemplos más: aunque Aristóteles en su Política justifica la institución de la esclavitud mediante argumentos basados en la “naturaleza”, tales argumentos, presuntamente racionales “puros”, están indudablemente condicionados (más o menos conscientemente) por intereses de clase y por la existencia de un orden social convencional que la conciencia interioriza como “natural”; Marx nos habla también de cómo “los tories en Inglaterra creyeron durante mucho tiempo que se entusiasmaban por la realeza, la Iglesia y las bellezas de la concepción viejo-inglesa, hasta que la luz de la experiencia les arrancó la confesión de que solo luchaban por la renta terrestre”.

Así pues, la infraestructura económica condiciona la supraestructura jurídico – política e ideológica en última instancia, es decir, no la determina absoluta ni unívocamente, pues pueden darse diversas formas de conciencia que cumplan su función de sostén de la base material de la sociedad (contando así la conciencia con cierta autonomía, si bien muy limitada), e incluso puede ocurrir que las formas de conciencia influyan también sobre la base material, aunque el condicionamiento más fuerte funciona siempre en sentido inverso.

En las líneas anteriores al fragmento comentado Marx ha aclarado que la división del trabajo (que finalmente alcanza la configuración fundamental de escisión entre trabajo intelectual y trabajo físico) vino impuesta por la necesidad de maximizar la productividad de las fuerzas productivas disponibles ante el aumento demográfico, y en las líneas posteriores explicita que la división del trabajo lleva a una mayor desigualdad en la propiedad y a que los individuos más desfavorecidos (el proletariado) no puedan identificarse con ningún “interés común” del orden social al que pertenecen, puesto que tal orden, que hace interdependientes a todos sus miembros, les es impuesto y no elegido, y entonces el Estado, en tanto que garante de dicho orden, se les aparece como un poder hostil.

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